De la decadencia de la arquitectura y del hombre
Entendemos por minimalismo como aquella tendencia estética que busca la expresión de lo esencial eliminando lo superfluo. Hasta ahí, dicha corriente arquitectónica y artística surgida en estados unidos en 1960, se torna atractiva, incluso pareciese tener un toque filosófico al hablar de "eliminar lo superfluo para volver a lo esencial", el problema radica, cuando por un momento de lucidez, nos damos cuenta de que la arquitectura es el reflejo de la cultura y la cultura es reflejo del espíritu del hombre. Entonces, ¿Es el espíritu del hombre minimalista? y si lo es ¿qué problema hay?
Observemos por ejemplo el arte gótico desarrollado entre los siglos XII y XVI. Sus magnificas catedrales, decorosos puentes y elegantes castillos, dan cuenta de una pasión superior por parte de sus “arquitectos” y una visión más allá de lo que es el arte, como una elevación hacia lo divino. Si bien, aunque de su moralidad y ética no somos testigos, no podemos ignorar el hecho de que dichas construcciones hablaban de una tendencia hacia lo trascendente, hacia lo estéticamente bueno y bello. No en vano, quien entra a Notre Dame en París o a San Patricio en Nueva York, se exalta ante la belleza de los detalles de sus columnas y retablos. Allí habla un espíritu diferente, que no es temporal; habla una pasión intelectual novedosa a sus ojos, que sin embargo no es nueva.
Ahora bien, detengámonos un momento en la modernidad y más
precisamente en su arquitectura de la que hicimos referencia al inicio. Al
hablar de minimalismo arquitectónico y artístico, queramos o no tenemos que
transportar dicha tendencia hacia lo intelectual y obviamente hacia lo
espiritual. La sociedad, abstraída por el minimalismo, por el “menos es más”,
como un ideal noble, ha desviado también a su cultura. Ahora no solo los
edificios son minimalistas, sino también las personas: personalidades carentes
de todo lo bello, carentes de contenido, carentes de sentimientos y empobrecidas
emocionalmente, donde el sujeto no se ha vuelto esencial, como puede pensarse,
sino simple y soso, carente de espíritu.
De todo ello, lo mas triste reside en que el ser humano no
se encuentra capaz de volver a ser y a recrearse en lo bello y detallado, no le
interesa cultivarse. Siente perder el tiempo y la vida, mientras gasta sus
horas contemplando “la belleza de otros” que no es mas que la fachada gótica de
un minimalismo interior.
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